Cuando nos movemos por el mundo es sencillo identificar los límites físicos que nos rodean, una pared, un muro, una señal, vayas, etc. Estos se ven e incluso se pueden tocar, son tangibles y claros. Ahora, Qué pasa con los límites emocionales? ¿Son tan fáciles de observar, identificar o mostrar a los demás?
Un límite es cualquier expresión o acto que una persona establece en sus relaciones y en su comunicación para proteger su bienestar emocional. Los límites son importantes para mantener relaciones saludables y respetuosas. Nos ayudan a establecer expectativas claras sobre cómo queremos ser tratados y cómo has de tratar a los demás en el ámbito emocional. Por tanto son esenciales en las diferentes áreas de nuestra vida: relaciones personales, trabajo, familia, crianza de los hijos y el bienestar emocional. Sin embargo, ¿Quién nos enseña a poner límites? En el sistema educativo o la crianza no siempre se hace explícita la enseñanza de los límites, ya sea por una falta de conciencia acerca de la importancia de los mismos, falta de habilidades de comunicación, creencias erróneas, cultura y normas sociales, modelos inadecuados, etc., Esto puede llevar a tener consecuencias significativas en la vida de las personas.
¿Por qué se nos hace tan difícil poner límites?
Poner límites en las relaciones puede ser un desafío para muchas personas por varios motivos.
Miedo al conflicto
Podemos tener miedo al conflicto y de ahí preferimos evitar confrontaciones incómodas. Evitamos el conflicto a corto plazo, pero a largo plazo el conflicto nos lo generamos a nosotros mismos y daña nuestra autoestima.
Deseo de agradar
Todos nosotros/as necesitamos sentirnos aceptados dentro de un grupo, somos seres sociales y por ello es muy valioso para uno sentirse querido. Esto puede llevar a ceder en nuestras relaciones las demandas o expectativas de los demás en vez de poner límites cuando algo no nos agrada o nos hace sentir mal.
Inseguridad
Falta de confianza en uno mismo que hace que nos cueste poner límites por miedo a sentirnos rechazados.
Culpa
Emoción que puede generarse tras poner límites a una persona que queremos o decir “no” y dañar a otra persona.
Falta de habilidades de comunicación
No nos enseñan desde pequeños a poner límites y es normal que no sepamos hacerlo de forma efectiva.
Historia de vida
Experiencias pasadas en las que hemos podido vivir situaciones de desigualdad o relaciones asimétricas de conflicto, en las que la otra persona tenía el poder. Esto puede llevar a la persona a sentirse inferior y aprender a minimizar sus necesidades, dejándolas en un segundo plano para evitar conflictos.
Miedo a la soledad
Muchas personas pueden temer que, al poner límites, se queden solas y puedan perder a las personas de su alrededor.
Estas son algunas de las razones por las cuales nos cuesta tanto poner límites en nuestras relaciones. A pesar de ello, es importante reconocer que establecer límites adecuados es fundamental para el bienestar emocional y unas relaciones sanas.
¿Cómo puedo poner un límite?
Poner un límite no es tarea fácil. En la mayoría de casos no es algo que se nos enseñe explícitamente de pequeños y por tanto, no todo el mundo ha de saber que es un límite, ni cómo ha de ponerlo. Es una habilidad que hemos de desarrollar de forma progresiva a través de la práctica. Aquí te proporcionamos algunos pasos para poner límites y potenciar tus habilidades sociales:
Identifica tus propios límites.
Para empezar a poner límites a los demás, lo primero es que comprendamos nuestros propios límites. Será importante para ello reflexionar sobre tus propios valores, derechos y necesidades.
Comunicar de forma clara y respetuosa, sin excederse en las explicaciones.
Utilizar un lenguaje sencillo y directo para trasladar tus necesidades o expectativas a la otra persona.
Mantén la coherencia al poner los límites y a lo largo del tiempo.
Expresa la importancia del mismo para ti y las consecuencias de no respetarlo.
Usa el «yo» en lugar del «tú».
Cuando hablamos utilizando el “tu” señalamos a la otra persona y esta pueda sentirse atacada o acusada. Es fundamental que el enfoque de la conversación se dirija hacia tus sentimientos, cómo te sientes o cómo te ha hecho sentir el comportamiento de la otra persona y lo que necesitas. Por ejemplo, en lugar de decir «Tú siempre me interrumpes», puedes decir «Me siento frustrado cuando me interrumpes».
Aprende a decir «no»
Decir que no a algo que no queremos es una forma de decirnos que sí a nosotros mismos. Puedes y tienes derecho a negarte a hacer algo que no te sientas cómodo haciendo o que no esté alineado con tus valores y necesidades.
Escucha de forma activa
Esto significa escuchar atentamente y respetar las necesidades de la otra persona.
Ten en cuenta diferentes tipos de reacciones ante los límites.
Estar preparado para lidiar con la reacción de un otro es importante para mantenerte en tu posición de una forma calmada y respetuosa, Habrá personas que puedan aceptar tus límites de una forma comprensiva, mientras que otras se muestren en desacuerdo. El hecho de poner límites no busca el objetivo directo de que el otro nos entienda si no que nos respeten en nuestro derecho y necesidad.
Reconoce tus emociones.
Gestionar la reacción de la persona a la cual le estamos poniendo el límite no es sencillo. Por ello, identificar cómo nos estamos sintiendo en ese momento, será fundamental para no dejarnos llevar por posibles emociones como la culpa y el miedo, ya que estás pueden llevarnos a ceder o no imponer el límite que necesitamos.
En caso de que sientas que tienes dificultades para establecer límites en general o ante ciertas situaciones o personas, es importante que busques apoyo tanto personal, amigos y familiares, como profesionales. La terapia te puede ayudar a entender de dónde viene tu dificultad para poner límites y buscar herramientas, acorde a tus necesidades, que te ayuden a mejorar en tus habilidades de comunicación, aprender a poner límites, a decir que no, etc. Todo ello con el fin de mejorar tu bienestar emocional, autoestima y relaciones sociales.