¿Què es el enfado?
La emoción del enfado es una de las más complicadas de sentir, especialmente en entornos dónde se ha educado desde la importancia de complacer a los demás. Esto implica que el enfado queda reprimido, queda negado, hasta el punto de que muchas personas creen que no lo sienten (y en su lugar siempre aparece otra emoción sustituta) o, en otros casos, transformado en pura frustración (una emoción de la gama del enfado pero que no se exterioriza habitualmente en la edad adulta, dando lugar a un alto malestar).
Borges
Así lo contaba Borges en su cuento “la furia y la tristeza”. Porque ambas se sustituyen frecuentemente, y, el enfado, de tanto sentirse inútil, termina volviéndose una profunda tristeza, desesperanza e indefensión. Por eso, te animamos a preguntarte ¿Tú sientes enfado? ¿Qué haces cuándo lo sientes? ¿Para qué crees que sirve?
Explosiones de ira o enfado
Tal vez, te hayas sentido sólo en parte identificado con lo que te contamos aquí. Tal vez, hayas pensado que sí, intentas no enfadarte, pero no te suele salir bien, porque tarde o temprano terminas explotando, diciendo las cosas que tenías guardadas, como una lista interminable e hiriente. En esos momentos, es probable que, al tener tanta rabia contenida, no sólo hayas dicho las cosas objetivas que pasaban, si no que hayas buscado cierta venganza, cierto sarcasmo, gritos o palabras inadecuadas para expresar y por fin calmar y aliviar todo ese enfado.
Cuando todo esto se lo volcamos a los demás sin medida, se suele padecer ciertas consecuencias. En primer lugar, con los demás: en general dentro de tu entorno te pueden percibir hostil o poco maduro. Pero sobre todo con las personas más cercanas: es muy probable que en estos ataques de enfado les hayas podido hacer daño y hayas hecho que la relación se vuelva más difícil, distante o dolorosa. Por último, una consecuencia contigo mismo: probablemente no te sientas satisfecho, capaz o coherente con quién quieres ser y tus valores.
¿Entonces, què hago con el enfado?
El enfado no sirve para nada si los demàs no cambian
Es habitual que se tenga una mala relación con el enfado cuando hemos aprendido desde pequeños que los demás no cambian, no se tienen en cuenta tus límites, o incluso, en muchos casos, te han podido hacer sentir mal por mostrar tu enfado.
En consulta, son diarios los ejemplos en los que la gente no muestra su enfado por que no quiere hacer daño a los demás o nos expresan abatidos “no va a sentir para nada, esa persona/situación no cambiará” “ya se lo he dicho y nada cambió”.
El enfado (y en general las emociones) sirven para mucho màs.
Todas las emociones pueden tener un movimiento, un efecto en el mundo exterior y las personas que nos rodean. Pero el verdadero efecto de las emociones, ocurre de forma interna.
Una persona con un mundo emocional reconocido, aceptado, atendido y cuidado, se siente más segura de sí misma, más estable, más valiosa y más capaz. Poder validar dejando de negar o reprimir lo que nos pasa, es el primer paso y más fundamental para estar bien, para estar cuidados con amor por uno mismo.
En concreto, en el caso del enfado, aunque sirva especialmente para defendernos, protegernos, poner límites, etc., no significa que sea en vano cuando los demás no lo respetan. En primer lugar, ya hemos dicho que hacer este proceso es de por sí sanador con uno mismo. Pero además, existen formas de protegernos, poner límites o defendernos que dependen sólo de nosotros y no sólo de los demás. Ej:. Decido no hablar de ciertos temas con esta persona, me voy cuando ya es mi hora de cerrar la jornada laboral, distancio una relación que no me hace bien, etc.
Sì, todas las emociones incluida (y especialmente) el enfado tienen que existir.
Por eso, te proponemos que le des una vuelta a tu relación con el enfado. Que recuerdes que, complaciendo a los demás constantemente, luego te llevas un gran dolor contigo mismo que no merece la pena. Las personas que te quieren podrán sostener tus enfados. O podréis llegar al final de ellos y seguir adelante, con una relación más fuerte que ayer.
Pero sobre todo, podrás sentirte en calma y coherente, defendido y protegido ante las cosas que no te hacen bien.
¿Qué mejor recompensa que esa?
Por ùltimo, pero no menos importante… las formas del enfado.
No queremos cerrar el artículo sin recordarte: las formas sí son fundamentales a la hora de expresar enfado.
En primer lugar, existen distintas intensidades de enfado, por las cuales, tendemos distintas formas de reaccionar. No es lo mismo una cosa que nos ha molestado ligeramente a otra que ha sido muy grave e inadmisible para nosotros. Poder entender el grado de enfado y trasladarlo acorde es importante.
Además, por muy intenso que sea ese enfado, siempre tiene que ser informativo, útil y constructivo. En cuánto no sea el caso, es mejor que te tomes un tiempo para ordenar tus ideas y bajar la intensidad de las sensaciones físicas. Así, podrás trasmitirlo de una forma funcional.
Y antes de acabar, un pequeño matiz para nuestros lectores más complacientes y asustadizos respecto al enfado. El enfado no puede sentar bien, no puede trasmitirse con una sonrisa, no puede “ir de buenas”. Sí, guardamos las formas pero sí, es una comunicación firme y severa. Sí le quitásemos toda esa parte de la comunicación no verbal, no tendría el peso que debe tener y que nos merecemos que tenga lo que nos ha dolido o molestado. Si la otra persona se lo toma como algo leve, que nos genera sonrisas o que se trasmite de forma mínima y suave, no llega adecuadamente el mensaje, le estamos quitando valor. Nunca le quites valor a tus sentimientos y a ti mismo.
Y ahora… ¡Estás listo para probar! Todo en nosotros es un músculo a entrenar. Estamos seguras que el enfado será una emoción muy útil a lo largo de tu vida.