¿Què es el duelo? ¿Cuáles son sus etapas? ¿Còmo puedo superarlas?
Perder a alguien o algo importante —una persona, una relación, una etapa de vida— es como si de pronto te cambiaran el paisaje que conocías por uno completamente nuevo, sin explicaciones. Te encuentras caminando por un terreno desconocido, con la sensación de que nada encaja del todo y el corazón pesa más de lo habitual. Eso es el duelo: un viaje interno en el que podemos sentirnos perdidos en un principio y en el que a lo largo del proceso vamos aprendiendo a orientarnos de nuevo, poco a poco, a nuestro ritmo.
Si estás atravesando un duelo, o acompañando a alguien que lo vive, queremos que sepas que, aunque al principio parezca que todo es confuso y desordenado, hay un camino posible hacia la salida, en donde todo se siente más liviano. Y en ese camino, el acompañamiento emocional puede ser una brújula, una mano que sostiene mientras tú decides los pasos. No hay atajos mágicos, pero sí herramientas, compañía y comprensión.
En este artículo queremos contarte cuáles son esas fases del duelo y cómo atravesarlas con el acompañamiento adecuado.
Las fases del duelo: una brùjula, no una regla fija
Antes de empezar, una aclaración importante: no todas las personas pasan por estas fases de la misma forma. No es una escalera que se sube peldaño a peldaño, sino más bien un mar con olas que van y vienen. No es un camino exacto ni un proceso lineal, cada persona lo vive a su manera, siendo todas ellas igual de válidas.
Las fases clásicas del duelo, descritas por Elisabeth Kübler-Ross, son cinco:
1. Negaciòn: «Esto no me puede estar pasando»
Es como si tu mente necesitara ponerse un impermeable porque la tormenta es demasiado fuerte. La negación actúa como un mecanismo de defensa que te protege del impacto inicial y el dolor emocional que pueda suponer dicha pérdida.
Ejemplo: Es ese momento en que te dices: “Seguro que mañana me despierto y todo vuelve a ser como antes”.
Con acompañamiento emocional, esta fase se puede atravesar dándole espacio a lo que sientes, sin presionarte a entenderlo todo de golpe.
2. Ira: «¿Por què a mì?»
Cuando la negación se va debilitando, aparece el enfado. Puede estar dirigido a ti, a los demás, a la vida, al destino… o a todo junto.
Ejemplo: Marta, tras perder a su madre, se encontraba irritada por todo: no soportaba que sus amigos no supieran qué decirle, le molestaba que su familia hiciera “como si nada”, y se sentía culpable por no haber estado más presente en los últimos meses. No entendía por qué estaba tan enfadada si, en el fondo, lo que sentía era tristeza.
La ira, en el duelo, puede ser una forma de sostener el dolor cuando este aún no se puede nombrar. Acompañarla emocionalmente, en lugar de reprimirla o juzgarla, permite ir descubriendo qué hay debajo: miedo, tristeza, culpa o sensación de injusticia.
3. «¿Y si hubiera hecho algo distinto?»
Intentamos hacer tratos imaginarios con la realidad, aunque sea tarde. Esta fase viene cargada de culpas y “¿y si…?”.
Ejemplo: “Si hubiera llamado antes… si me hubiera quedado… quizás esto no habría pasado”.
Aquí el acompañamiento emocional es clave para separar la culpa de la responsabilidad real, y ayudarte a ver que muchas cosas están fuera de nuestro control.
4. Tristeza: «Ya no tiene sentido»
Es el momento en el que ya no puedes evitar el dolor. La tristeza llega de lleno y se siente como si todo pesara el doble.
Metáfora: Es como caminar por un bosque muy espeso donde apenas entra luz. Parece eterno, pero poco a poco los ojos se acostumbran y empiezas a distinguir caminos.
El acompañamiento emocional no intenta quitarte la tristeza, sino acompañarte a transitarla para que no te sientas solo/a en medio del bosque.
5. Aceptaciòn: «No me gusta, pero lo acepto»
Aceptar no significa que “estés bien” con lo que pasó. Significa reconocer que lo sucedido es parte de tu historia y empezar a reconstruirte con ello.
Ejemplo: Es como aprender a vivir con una cicatriz. No desaparece, pero deja de doler como al principio.
Con apoyo emocional, la aceptación llega desde la comprensión profunda de lo que viviste, honrando el recuerdo, el aprendizaje y la vida que sigue.
¿Por què es tan importante el acompañamiento emocional?
Porque no tienes por qué hacerlo solo/a. A veces necesitamos a alguien que no nos diga “tienes que ser fuerte”, sino “estoy aquí contigo, aunque ahora te sientas débil”.
El acompañamiento psicológico ofrece un espacio seguro donde tus emociones son bienvenidas, sin prisa, sin juicios, sólo con presencia y respeto. Es como caminar con una linterna prestada mientras tú recuperas tu propia luz.
No hay una forma “correcta” de vivir el duelo. Cada persona lo atraviesa a su manera y a su ritmo. Pero si sientes que el dolor te sobrepasa o que no encuentras salida, pedir ayuda es un acto de valentía, no de debilidad.
Desde nuestra clínica estamos aquí para acompañarte, con la escucha, el respeto y el cuidado que mereces.
No estás solo/a. Podemos recorrer este camino juntos.